Hacer agua en el desierto

Un ingeniero español instala en Namibia un generador que abastecerá de agua potable a una población asolada por una sequía extrema.

La tradición africana dice que la lluvia es señal de bendición, especialmente cuando se espera un gran evento. Llovió copiosamente sobre el Independence Stadium de Windhoek, capital de Namibia, durante la toma de posesión del nuevo presidente, Hage Geingob, quien prometió ante miles de sus seguidores enfrentar los desafíos pendientes, entre ellos el grave problema de escasez de agua en un país atenazado por sequía y desiertos de Namib y el Kalahari.

Desde entonces, espera con los brazos abiertos la llegada del generador Aquaer, la primera máquina para producir agua en condiciones extremas, con porcentajes de humedad no inferiores a 10% y temperaturas superiores a los 40 Cº.

Un ingeniero de patentes español Enrique Veiga, a quien el jefe del Estado recibió con todos los honores. Sin embargo, será más la bomba para quien la única imagen que ha estado esperando toda su vida es la sonrisa de un niño sosteniendo un vaso lleno de agua potable en un mar de arena. “Que él afirme imagen compensa todos los esfuerzos. Entonces sabré que valdrá la pena. “

Especialista en procesos en frío, amplió estudios en la Sorbona de París y viajó a Noruega y Canadá para aprender técnicas más avanzadas. En 1965, con 25 años, llega a Sevilla como director del Puerto Fluvial Frigorífico denominado Barreras. En breve, esta instalación se convierte en la segunda más importante de España en cuanto a descarga de pescado congelado. En 1996 renunció a su trabajo, reunió el dinero que había ahorrado y se centró en desarrollar su proyecto, espoleado por la sequía que había sufrido el país y que provocó, en 1995, severas restricciones y cortes en el suministro. Si ser soñador es traer felicidad al hombre, Enrique Veiga se siente soñador más quijotesco.

Tras el éxito como ingeniero en refrigeración, con una brillante perspectiva profesional, renuncia a una prometedora carrera y se embarca en una ingente tarea convencido de que es posible obtener agua del aire donde no se puede obtener de otra manera. En este empeño, desarrolla un prototipo de generador de condensación de vapor de agua en el aire. Este es el mismo principio que se observa en el proceso de condensación que se muestra en los acondicionadores de aire.

Aunque tiene un aspecto seco, el contenido de agua del aire, en forma de vapor, es considerable. Si se baja la temperatura hasta superar el punto de rocío, que es cuando empieza a condensarse, se obtiene como la lluvia que tiene todas las características para ser agua potable sin tratar.

A partir de esa primera patente comienzan a aparecer expertos del Instituto Nacional de Tecnología Aeroespacial y de la Agencia de Cooperación Internacional para certificar la invención. “Cuando le expliqué lo que me estaba mirando raro, pero la cosa funcionó y no se lo creyeron del todo. Nunca tuve dudas. Las dificultades fueron otras. “

La investigación se estancó por dificultades financieras. el primer salto industrial, con la creación de la empresa Aquaer Generators, gracias a los conocimientos adquiridos por la empresa familiar Consulting Frigoríficos y la entrada de una empresa de refrigeración industrial en cuyo taller con 25 trabajadores, se fabrican luego los prototipos que se montan en serie. Manuel García y Luis Fernández, directivos de Altecfrío, se suman al sueño. Según John Veiga, hijo del fundador, el desarrollo se basó en tres pilares: tecnología, recursos y confianza. El generador puede producir hasta 3.000 litros de agua al día en las condiciones más adversas.

Todavía hay gente que dice: “Este tipo está loco”. En realidad, es un milagro y, como todo acontecimiento más allá de la razón, es posible porque se tiene fe y determinación. Enrique Veiga ha pasado por malos momentos, cuando todo parecía desmoronarse cuando el trabajo de investigación de toda una vida se resistía a problemas cuya solución se resistía a naufragar. Incomprensión y dolor a los que lo dejaron hablar, cuando estaba claro que no entendían nada. Está convencido de que lo importante son los básicos, los básicos.

No toma la mente de Einstein, sino el momento de Leonardo da Vinci. Invenciones que han significado grandes avances se basan en principios simples, mecanismos simples que tenemos ante nuestros ojos y no vemos hasta que nos damos cuenta. Hay innovaciones que cambian el mundo.

Eso ya lo ha hecho un alemán.

Enrique Veiga es difícil perder la paciencia. Como investigador que ha hecho de la innovación su seña de identidad, está acostumbrado a esperar. Sin embargo, si hay algo que le toca los botones se escucha cuando el turno exclama ante su trabajo: “Eso ya lo ha hecho un alemán”. Estos enemigos recalcitrantes del talento, nunca entendieron que el Gobierno de Namibia ha encargado tres mil generadores y otros países latinoamericanos como Chile, se han interesado por el ingenio. La invención crea puestos de trabajo y riqueza y también salva vidas.

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